diciembre 15, 2025
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Los vídeos cortos online han pasado de ser una leve distracción a convertirse en una parte integral de la vida de muchos niños.

Lo que antes llenaba un momento libre, ahora da forma a la forma en que los jóvenes se relajan, se comunican y forman opiniones. TikTok, Instagram Reels, Douyin y YouTube Shorts atraen a cientos de millones de menores de 18 años a través de feeds infinitamente personalizados.

Estas aplicaciones se sienten animadas e íntimas y ofrecen rutas rápidas hacia el humor, las tendencias y la conexión, pero su diseño fomenta largas sesiones de desplazamiento rápido que pueden resultar difíciles de manejar para los usuarios jóvenes. Nunca fueron diseñados para niños, aunque muchos niños los usan a diario, a menudo solos.

Para algunos niños en edad preescolar, estas plataformas ayudan a desarrollar su identidad, estimular intereses y mantener amistades. Para otros, el flujo de contenido interrumpe el sueño, socava los límites o bloquea el tiempo para la reflexión y la interacción significativa.

El uso problemático tiene menos que ver con los minutos invertidos y más con los patrones en los que el desplazamiento se vuelve compulsivo o difícil de detener. Estos patrones pueden afectar el sueño, el estado de ánimo, la atención, el trabajo escolar y las relaciones.

Los vídeos cortos (normalmente entre 15 y 90 segundos) están diseñados para capturar el anhelo del cerebro por algo nuevo. Cada golpe promete algo diferente, ya sea una broma, una broma o una sorpresa, y el sistema de recompensas responde de inmediato.

Debido a que la transmisión rara vez se detiene, las pausas naturales que ayudan a restablecer la atención desaparecen. Con el tiempo, esto puede debilitar el control de los impulsos y la concentración sostenida.

Un análisis realizado en 2023 de 71 estudios y casi 100.000 participantes encontró una asociación moderada entre el uso intensivo de videos cortos y la reducción del control inhibitorio y la capacidad de atención.

El tiempo no estructurado es parte de cómo las mentes jóvenes aprenden a calmarse y desarrollar la concentración interna. (Unsplash: Sanket Mishra)

Atención secuestrada

El sueño es una de las áreas más obvias donde los videos cortos pueden pasar factura.

Hoy en día, muchos niños miran pantallas cuando deberían relajarse. La luz brillante retrasa la liberación de melatonina, una hormona que ayuda a regular el sueño, lo que dificulta conciliar el sueño.

Pero los altibajos emocionales del contenido rápido hacen que al cerebro le resulte especialmente difícil calmarse. Un estudio reciente encontró que el uso excesivo de videos cortos está relacionado con un peor sueño y una mayor ansiedad social en algunos adolescentes.

Estos trastornos del sueño afectan el estado de ánimo, la resiliencia y la memoria y pueden crear un ciclo que es particularmente difícil de romper para los niños estresados ​​o presionados socialmente.

Más allá del sueño, el flujo constante de imágenes de compañeros y estilos de vida seleccionados puede aumentar las comparaciones. Los preadolescentes pueden internalizar estándares poco realistas de popularidad, apariencia o éxito, lo que está relacionado con una menor autoestima y ansiedad, aunque lo mismo ocurre con todas las formas de redes sociales.

Los niños más pequeños son más vulnerables

La mayoría de las investigaciones se centran en los adolescentes, pero los niños más pequeños tienen una autorregulación menos sofisticada y un sentido de identidad más frágil, lo que los hace muy susceptibles al atractivo emocional del contenido de ritmo rápido.

La exposición a material que los niños nunca deberían ver plantea un riesgo adicional, y el diseño de aplicaciones de vídeos cortos puede hacer que esto sea mucho más probable. Debido a que los clips aparecen instantáneamente y se reproducen automáticamente en secuencia, a los niños se les pueden mostrar imágenes violentas, desafíos dañinos o contenido sexual antes de que tengan tiempo de procesar lo que están viendo o apartar la mirada.

A diferencia de los videos más largos o las publicaciones tradicionales en las redes sociales, el contenido breve casi no proporciona contexto, ninguna advertencia y ninguna oportunidad de prepararse emocionalmente. Un solo golpe puede causar un cambio repentino de tono de tonto a perturbador, lo cual es particularmente perjudicial para el cerebro en desarrollo.

Si bien este contenido no siempre es ilegal, aún puede ser inapropiado para el nivel de desarrollo de un niño. Los sistemas algorítmicos aprenden de un breve momento de exposición y, a veces, escalan contenido similar al feed. Esta combinación de instantaneidad, falta de contexto, intensidad emocional y refuerzo rápido hace que el contenido inapropiado en videos cortos sea particularmente problemático para los usuarios más jóvenes.

Sin embargo, no todos los niños se ven afectados de la misma manera. Las personas con ansiedad, dificultades de atención o volatilidad emocional parecen ser más propensas a desplazarse compulsivamente y a los cambios de humor que le siguen.

Algunas investigaciones sugieren una relación cíclica en la que los jóvenes con trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH) se sienten especialmente atraídos por contenidos de ritmo rápido, mientras que el consumo excesivo puede aumentar los síntomas que dificultan la autorregulación. Los niños que luchan contra el acoso, el estrés, la inestabilidad familiar o la falta de sueño también pueden utilizar el desplazamiento nocturno para afrontar emociones difíciles.

Esto es importante porque la infancia es una época crucial en la que se aprende a entablar relaciones, a tolerar el aburrimiento y a afrontar los sentimientos desagradables. Cuando cada momento de tranquilidad está lleno de conversaciones rápidas, los niños pierden la oportunidad de practicar la ensoñación, inventar juegos, charlar con la familia o simplemente dejar que sus mentes divaguen.

El tiempo no estructurado es parte de cómo las mentes jóvenes aprenden a calmarse y desarrollar la concentración interna. Sin él, estas habilidades pueden debilitarse.

Nuevas pautas

Hay señales alentadoras de cambio a medida que los gobiernos y las escuelas comienzan a abordar el bienestar digital de manera más explícita.

En casa, las conversaciones abiertas pueden ayudar a los niños a comprender sus hábitos y desarrollar hábitos más saludables. Los padres pueden ver videos juntos, discutir qué hace que ciertos clips sean atractivos y explorar cómo cierto contenido hizo sentir a sus hijos.

Establecer rutinas familiares simples, como mantener los dispositivos fuera del dormitorio o establecer un tiempo de pantalla compartida, puede proteger el sueño y reducir el desplazamiento nocturno. Fomentar actividades fuera de línea, pasatiempos, deportes y pasar tiempo con amigos también ayuda a mantener un equilibrio saludable.

Los videos cortos pueden ser creativos, divertidos y relajantes. Con un apoyo atento, políticas receptivas y un diseño de plataforma más seguro, los niños pueden disfrutarla sin comprometer su bienestar o desarrollo.

Katherine Easton es profesora de psicología en la Universidad de Sheffield. Esta pieza apareció por primera vez en la conversacion.

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